No conozco a nadie que tenga la regla como yo. De verdad. Me dura solo un día. Un único día, pero menudo día. Me duelen las piernas, los riñones, la cabeza, los ovarios… todo. Me retuerzo, no puedo pensar con claridad y tengo que hacer una pausa en lo que sea que esté haciendo. Es un dolor tan intenso que me deja fuera de combate. Pero al día siguiente, como si nada. La regla se va, yo me recupero, y hasta el mes siguiente… o no. Porque durante toda mi adolescencia, y buena parte de mis veinte, no sabía cuándo volvería. Podía pasar un mes… o cinco. Literalmente. Cinco meses sin regla. Y así, año tras año.
Durante mucho tiempo pensé que simplemente era “irregular”. Que había chicas que eran como relojes, y luego estábamos las demás. Y aunque era genial que no me durase una semana como a otras, el no saber cuándo iba a venir ni qué significaba que no viniera me preocupaba mucho. No ayudaba que casi nadie hablara de estas cosas. Tampoco que muchos médicos me dijeran que era normal a mi edad.
Hasta que por fin, tras un historial de retrasos que ya era ridículo, fui a una ginecóloga que no me despachó en cinco minutos. Me preguntó por todo, me hizo pruebas, me miró con interés real. Y entonces apareció el diagnóstico: SOP. Síndrome de Ovario Poliquístico. Tenía quistes, tenía desequilibrio hormonal y mi cuerpo estaba dando señales que yo no había sabido interpretar.
Ahí empezó todo: aprender sobre mi cuerpo, sobre el ciclo menstrual, sobre lo mucho que me estaba diciendo sin que yo lo entendiera.
Por eso me parece tan importante hablar de esto, compartirlo, hacer que deje de ser un tema incómodo o casi secreto. Conocer tu ciclo no es solo saber cuándo te baja la regla, es entender cómo funciona tu cuerpo por dentro y qué pasa en él cada mes.
El ciclo no es solo la menstruación
Mucha gente cree que el ciclo menstrual es sinónimo de regla. Y no. La menstruación es solo una parte del proceso. El ciclo entero dura, en promedio, 28 días, aunque eso varía de una mujer a otra. Está compuesto por varias fases: la menstrual, la folicular, la ovulatoria y la lútea. Y cada fase está regulada por un equilibrio muy delicado de hormonas que afectan no solo a los órganos reproductivos, sino a todo el cuerpo: el cerebro, los huesos, la piel, el estado de ánimo, la energía, el apetito…
Cuando el ciclo está alterado, significa que algo no está funcionando bien a nivel hormonal. Y eso puede tener consecuencias mucho más serias de lo que pensamos: desde problemas metabólicos hasta dificultades para concebir, pasando por fatiga crónica, depresión, caída del cabello o cambios de peso sin motivo aparente.
En mi caso, el SOP no solo me causaba retrasos eternos. También tenía brotes de acné, caídas de cabello puntuales, altibajos de humor y una sensación permanente de hinchazón. Todo eso era parte del mismo desequilibrio, pero yo no lo veía. Pensaba que eran cosas separadas, casualidades, mala suerte.
Hasta que lo entendí todo como un conjunto.
El valor de controlar tu ciclo con un calendario menstrual
Uno de los mayores cambios que hice después del diagnóstico fue empezar a registrar mi ciclo. No a lo loco, sino día por día, usando una app al principio y luego también en una libreta. Anotaba cuándo me venía la regla, cuánto duraba, cómo era el flujo, qué síntomas tenía antes, durante y después. También anotaba cambios en el estado de ánimo, en la piel, en el sueño. Al principio me parecía un poco exagerado. ¿Quién tiene tiempo para eso? Pero en poco tiempo empecé a notar patrones. Y esa información fue oro puro.
Gracias a ese registro, mi ginecóloga pudo ajustar mejor el tratamiento. Yo misma entendía mejor por qué había días en los que me sentía agotada sin motivo, o por qué me brotaba la piel en determinadas semanas. Pude anticipar mis ovulaciones, incluso en ciclos irregulares. Y sobre todo, dejé de tenerle miedo a mi cuerpo. Empecé a sentir que tenía un poco más el control.
Señales que no deberías ignorar
Cada cuerpo es distinto, y cada ciclo también. Pero hay señales que conviene no pasar por alto:
- Retrasos continuos de más de 40 días entre ciclos.
- Dolor extremo que incapacita, aunque solo dure un día, como en mi caso.
- Cambios repentinos en el flujo: muy abundante, muy escaso, de color extraño.
- Sangrados entre reglas.
- Síntomas que interfieren con la vida diaria: fatiga intensa, depresión puntual, cambios de humor muy fuertes.
Estas cosas pueden ser señales de desequilibrios hormonales, endometriosis, miomas, SOP, o incluso problemas de tiroides. No hay que entrar en pánico, pero tampoco ignorarlas. Ir al ginecólogo con esa información detallada puede marcar la diferencia entre que te digan “todo está bien” o que realmente te escuchen y encuentren una causa.
Lo que nos cuentan los profesionales
Una de las cosas que más me impactó fue escuchar a mi ginecóloga decir que el ciclo menstrual es como una radiografía del estado general de salud femenina. Pensaba que solo servía para saber si podías quedarte embarazada o no.
Pero resulta que el ciclo está conectado con todo. Esto también lo descubrí investigando en el tema con expertos como Lara – Salud sin dieta, dietista y que te ayuda a mejorar tu salud hormonal y digestiva:
- Te ayuda a detectar irregularidades hormonales que pueden afectar tu salud y tu calidad de vida.
- Permite evaluar tu bienestar general, ya que el ciclo está relacionado con el metabolismo, la salud ósea, el sistema inmunológico y el estado emocional.
- Es clave si estás buscando embarazo, ayudando a identificar tu ventana fértil y optimizar la concepción.
- Facilita la personalización de tu alimentación y estilo de vida, adaptándolos a las necesidades de cada fase de tu ciclo.
- Te empodera para tomar decisiones informadas sobre tu salud, sin depender únicamente de intervenciones externas.
Nunca nadie me lo había explicado así. Crecí creyendo que tener la regla era un fastidio que venía a molestar una vez al mes, y ya. Pero saber que mi cuerpo sigue un ritmo, y que ese ritmo tiene sentido y habla de mi salud, me dio otra perspectiva completamente distinta.
Cambiar hábitos también cambia tu ciclo
Después del diagnóstico, empecé a hacer algunos cambios en mi día a día. No fue una transformación radical, pero sí progresiva. Fui bajando el azúcar (porque en el SOP es muy importante controlar la resistencia a la insulina), empecé a moverme más, dormí mejor y prioricé el descanso real. Incluso hice ajustes en mi alimentación según la fase del ciclo: más proteínas en la fase lútea, más frutas y verduras en la folicular, menos estrés en la ovulatoria.
No es que ahora mi ciclo sea perfecto. Sigo siendo irregular, aunque no tanto como antes. Pero ahora tengo herramientas para entenderme, cuidarme y anticiparme.
Y eso ya es un cambio enorme.
El impacto emocional de no entender lo que te pasa
Durante años sentí que algo en mí estaba fallando. Me frustraba no poder predecir mi cuerpo. Me comparaba con otras chicas que hablaban de su “semana” como si fuera parte de un calendario fijo. Me daba vergüenza preguntar, por miedo a que pensaran que era una exagerada.
La ignorancia crea culpa, y la culpa te aísla. Conocer tu ciclo no solo tiene un impacto físico, sino también emocional. Saber lo que te pasa, por qué te pasa y cómo puedes vivirlo de forma más llevadera, te devuelve una seguridad que muchas perdemos sin darnos cuenta.
La importancia de una ginecóloga que escuche
Otro aprendizaje clave fue este: no todas las consultas son iguales. Cambiar de ginecóloga fue determinante para mí. Años atrás había contado lo que me pasaba y nadie le dio importancia. Me recetaban pastillas anticonceptivas para “regular” el ciclo sin más. Pero eso solo camuflaba el problema.
Una buena profesional no solo te revisa. Te escucha, te cree y te acompaña. Te explica, no te infantiliza. Si notas que no estás siendo atendida como necesitas, cambia. No hay que conformarse. No es normal vivir con dolor o incertidumbre constante. No tienes que adaptarte tú al sistema, el sistema debe ayudarte a entenderte mejor.
Entender el ciclo es una forma de quererte
Para mí, todo este proceso ha sido también una forma de reconciliarme con mi cuerpo. Siempre me pareció impredecible, molesto, difícil de entender. Pero cuando dejé de pelearme con él y empecé a observarlo con curiosidad, cambió todo.
Ahora puedo anticipar ciertos días “difíciles”. Sé cuándo necesito más descanso. Sé que si me irrito en ciertos días no es que esté loca, sino que hay una tormenta hormonal ahí dentro que puedo acompañar en lugar de pelear. Y aunque la regla me siga durando un día y me deje hecha polvo, al menos sé por qué. Y eso, aunque no lo parezca, da paz.
Conocerte cambia tu manera de vivir
Conocer tu ciclo menstrual te ayuda a vivir mejor. Yo soy el ejemplo viviente de eso.
No importa si tienes 15 años o 40, si buscas embarazo o si no quieres tener hijos nunca. Tu ciclo merece tu atención. Observa, anota, pregunta, insiste. Y si sientes que algo no encaja, no lo dejes pasar. A veces solo hace falta que alguien te escuche para que todo empiece a tener sentido.
Porque tu cuerpo no está roto. Solo te está pidiendo que lo entiendas.







