En pocos meses, se cumplirá el cuarto aniversario de la llegada del Covid a nuestras vidas. Si algo aprendimos durante aquellas semanas de confinamiento y los meses que se sucedieron, fue la importancia de la higiene y desinfección de todo aquello que pudiera haber estado en contacto o expuesto al virus. Han pasado casi cuatro años y, tras el bache que supuso en nuestras vidas, esa debacle en la que nos vimos inmersos de la noche a la mañana sin saber muy bien porque, no parece quedar mucho de esa lección que, a marchas forzadas, tuvimos que aprender. Quizá que, más que aprender, memorizamos y, posteriormente, olvidamos. Poco queda ya de aquel TOC que nos autoimpusimos. Lavarse las manos, desinfectar la ropa, no tocar a nadie… fueron momentos muy duros que, algunos no han podido superar.
Sin embargo, la mayoría ha conseguido pasar página y el Covid, ya es cosa del pasado. Con ello, también aquellas medidas que, a todos, nos tocó acatar. Empresas como StocknetValles, especialistas en productos de limpieza, han sido testigo directo de como ese momento álgido que vivió el sector, ha decaído.
Sin embargo, mantener una adecuada higiene, limpieza y desinfección de todo lo que nos rodea, se traduce en salud. No solo en tiempos de pandemia, es necesario tomar precauciones al respecto. Virus, gérmenes y agentes patógenos hay de muchos tipos y todas partes. La limpieza, es fundamental para evitar que proliferen cierto tipo de gérmenes y bacterias que pueden perjudicar y comprometer, seriamente nuestra salud.
Por esta razón, es más que conveniente, recordar la importancia de mantener unos buenos protocolos de higiene a todos los niveles. No solo en el trabajo o la vivienda, todo aquello que sea susceptible de ser infectado, debe ser limpiado. Esto quiere decir, absolutamente todo.
Teniendo en cuenta que la limpieza no es una solución, si no la mejor manera de prevención de la que se puede disponer en ciertas circunstancias, es conveniente realizar una correcta y adecuada aplicación de los diferentes protocolos de actuación en lo que a limpieza y desinfección respecta. Para garantizar que los procesos seguidos, adquieran su máxima eficacia, es muy importante saber reconocer las diferencias existentes entre los diferentes conceptos de limpieza, desinfección y otros términos como la higienización.
Limpieza, desinfección e higienización
Estos tres términos, están siempre presentes en el sector de la limpieza. Los diferentes productos utilizados para cada proceso, determinan el grado de limpieza o el nivel de desinfección que se lleva a cabo. De tal manera que, podemos encontrar productos que limpian, desinfectan o higienizan.
Siendo así, debemos saber en qué consiste cada uno de estos conceptos. En primer lugar, entendemos como limpieza, el proceso que se encarga de eliminar la suciedad e impurezas de una superficie, sea de la índole que sea, orgánica o inorgánica (como grasas o aceites, restos de alimentos, oxido, polvo, etc.). Para ejecutar una limpieza, se lleva a cabo una combinación de factores: acción mecánica, temperatura, tiempo y acción química en función de los detergentes utilizados. Una buena limpieza, constituye el proceso previo e imprescindible para, posteriormente, proceder a la desinfección.
Por lo tanto, la desinfección, es el proceso posterior a una buena limpieza. Mediante este proceso, se garantiza la eliminación o reducción de los microorganismos nocivos para el ser humano como son las bacterias, los virus, los hongos, etc. Mediante un proceso de desinfección se garantiza la reducción minia a niveles no perjudiciales para la salud. Para llevar a cabo la tarea, se utilizan productos desinfectantes (conocidos igualmente como biocidas o plaguicidas), que posean una eficacia demostrada y que deben estar debidamente registrados dentro del marco legislativo correspondiente a la regulación de este tipo de productos.
Por otro lado, tenemos la higienización que, consiste en un término ambiguo muy utilizado en la actualidad y que se aplica a los procesos de limpieza en los que, mediante la aplicación de productos, conocidos como higienizantes, se supone que, se obtiene, además de una buena limpieza, una reducción de la carga bacteriana. Este tipo de productos o detergentes higienizantes, no están regulados por ningún marco legislativo. En su composición llevan incorporadas sustancias activas biocidas, aunque no se encuentran registrados ni autorizados por el marco legislativo que ampara a este tipo de sustancias. Razón por la que no se puede acreditar su eficacia como desinfectante.
Puesto que el término higiene, se encuentra vinculado a la salud pública, con una acepción mucho más amplia que el término limpieza, en el sentido en el que implica una disminución de la cantidad de gérmenes, los organismos sanitarios europeos, consideran que, se está haciendo un uso inadecuado e indebido del término higienizante. La finalidad de este uso, no es otra que otorgar a un producto detergente, propiedades desinfectantes que, en realidad no pueden certificar que posean, dado que no están debidamente autorizados y registrados. Este hecho, no hace sino confundir al consumidor creando una serie de expectativas que no son reales.
Las autoridades sanitarias, han publicado varias notas informativas en las que indican de forma expresa que el término higiene, posee connotaciones que implican una actividad mayor que la mera limpieza. De este modo se pretende advertir al consumidor de que los productos higienizantes no son tan efectivos como los desinfectantes.
Teniendo en cuenta estas consideraciones, cabe señalar que el termino higienización, tan en uso en los últimos tiempos, no tiene cabida en el proceso de limpieza y desinfección. Del cual, vamos a hablar a continuación.
El proceso de limpieza que conlleva la desinfección
Se puede limpiar sin desinfectar. No se puede desinfectar sin limpiar. Tenemos esa tendencia equivoca de pensar que, por utilizar un desinfectante, estamos limpiando. Si así fuera, no existiría diferencia. Limpiar no desinfecta y desinfectar, no limpia. Por lo tanto, una buena higiene de las superficies, conlleva dos pasos, de forma indiscutible.
Primero la limpieza, llevada a cabo con un producto limpiador que sea capaz de eliminar la suciedad y los contaminantes, para aclarar o secar posteriormente y así, proceder a la desinfección. Este paso, se realiza con un producto especifico que posea propiedades desinfectantes en el estricto sentido de la palabra.
De no realizar el paso previo de limpieza, no se puede garantizar la desinfección de ninguna superficie que este sucia. El desinfectante, repetimos, no limpia. Es más, la suciedad puede evitar que un desinfectante, cumpla su función.
A la hora de determinar la frecuencia con la que puede ser necesaria una limpieza y una desinfección dentro de los espacios de trabajo o viviendas, hay que tener en cuenta, la naturaleza de la actividad que en ellos se desempeña. El número de personas que trabajan o viven y el uso que hacen de las dependencias.
En términos de empresa, cada una de las empresas o industrias, debe disponer de sus propios protocolos de higiene, según su calendario y llevar a cabo un seguimiento de las acciones realizadas y los métodos de limpieza y desinfección utilizados. Así como los que mejor se adaptan a los tipos de suciedad que se genera.
La limpieza, debe encontrarse supeditada a una rutina y ser algo habitual y regular para evitar la acumulación de suciedad en la medida de lo posible. En el caso de la desinfección, debe realizarse con la mayor frecuencia posible, aunque no es necesario llevar a cabo el proceso de arriba abajo varias veces a lo largo del día. En este caso, es suficiente con centrarse en los lugares que puedan ser considerados como fuentes potenciales de contagio.
En cuanto al tipo de productos que se deben utilizar en cada rutina de limpieza, podemos encontrar tres tipos de productos concretos y específicos. Estos pueden ser utilizados para la limpieza y desinfección de las diferentes áreas de trabajo. Entre ellos, destacamos limpiadores, desinfectantes y productos de doble acción que, como indica su nombre, permiten llevar a cabo las dos partes del proceso, puesto que se trata de productos eficaces para la limpieza y la desinfección.
Para proceder a utilizar un desinfectante, hay que tener en cuenta una serie de medidas de protección, concebidas para minimizar los riesgos que pueden derivarse de su uso.
Entre dichas medidas, hay que empezar por seleccionar cuidadosamente el desinfectante a utilizar y cerciorarse de que la concentración sea adecuada para no estropear superficies y reducir los efectos tóxicos. Bajo ningún pretexto, hay que mezclar desinfectantes como lejía y amoniaco, pueden causar irritación respiratoria y liberar gases potencialmente peligrosos. Es conveniente abrir las ventanas y utilizar ventiladores para airear la estancia. Si el olor se vuelve fuerte hay que alejarse. Una vez finalizado su uso, hay que lavarse bien las manos. Cerrar bien los tapones, tras cada uso y tirar los artículos desechables que hayan sido utilizados.
El equipo de protección personal mínimo que se recomienda para realizar una tarea de desinfección, son guantes de goma, delantales impermeables y zapatos cerrados. Puede ser necesario utilizar protección ocular y mascarillas médicas para protegerse de algunos productos químicos, si existe el riesgo de salpicaduras o poseen un alto nivel de toxicidad.
Limpiar bien, es necesario para proceder a desinfectar. Ambas tareas, son sinónimo inequívoco de salud. Cuanta mayor higiene, menor riesgo. Ya lo comprobamos en la pandemia, solo hay que recordar su importancia y seguir esa rutina.