Como Española con treinta años, he vivido ya todos los problemas habidos y por haber de encontrar trabajo en mi país. Todos nosotros, los que estamos en búsqueda de empleo, sabemos de primera mano la odisea por la que hay que pasar para poder conseguir un trabajo.
Pero ojo, no he dicho un buen trabajo. He dicho un trabajo. A secas.
¿Quieres saber más al respecto? ¡Sigue leyendo!
Los requisitos cada vez son más exagerados
Uno de los mayores problemas a los que me he enfrentado es a la increíble cantidad de requisitos que se exigen para cualquier puesto de trabajo.
Recuerdo con claridad una oferta para un puesto de asistente administrativo que parecía perfecta para mí. Sin embargo, al leer los requisitos, me sentí abrumada: se pedía un grado universitario, un máster, cinco años de experiencia, dominio de dos idiomas y habilidades avanzadas en un sinfín de programas informáticos. Todo esto para un puesto que, en teoría, era de nivel inicial.
¿De dónde esperan que tengamos toda esa experiencia si no nos dan la oportunidad ni tan siquiera de poder empezar?
Este fenómeno no es aislado. En cada oferta de trabajo a la que he aplicado, los requisitos parecen sacados de un perfil ideal e irreal. Casi pareciera que las empresas buscan al candidato perfecto, sin considerar que la formación y la experiencia se adquieren con el tiempo y las oportunidades que ellas mismas deben ofrecer.
Esta expectativa desmedida deja fuera a muchos jóvenes con gran talento que podrían aportar mucho a las empresas si se les diera la oportunidad.
Ya, ni siquiera se respetan los derechos laborales
Derechos laborales, os recuerdo, por los que nuestros abuelos lucharon (e incluso murieron) por conseguir. Eso ya no importa, porque, mientras haga falta el dinero, las personas no van a dejar de intentar entrar a un puesto de trabajo… y se nos olvida que, si hemos estado hasta hace unos años “bien”, fue por esas personas que murieron defendiendo nuestros derechos. Y que, cada vez más, se olvidan en la memoria histórica.
Sigamos con los supuestos: imagina que, milagrosamente, logras pasar la barrera de los requisitos y consigues el trabajo. Lo que sigue no es un camino de rosas. Uno de los aspectos más desalentadores de mi experiencia laboral ha sido el escaso respeto a los derechos laborales. He trabajado en empresas donde los contratos eran poco más que papel mojado, y donde las promesas de estabilidad y crecimiento eran meras palabras vacías.
En una de mis experiencias laborales, me contrataron con un contrato temporal de seis meses, con la promesa de que, si todo iba bien, me ofrecerían un contrato indefinido. Trabajé duro, incluso fuera de mis horarios establecidos (horas extra que jamás se pagaron), con la esperanza de asegurar mi posición. Sin embargo, cuando se acercó la renovación, no solo no me ofrecieron el contrato indefinido, sino que me despidieron sin previo aviso: ya habían contratado a alguien más, aprovechando las mismas promesas que me habían hecho a mí.
Esta situación no es única y, lamentablemente, se repite en muchas empresas que abusan de la precariedad laboral para mantener a sus empleados en un estado constante de incertidumbre.
Y ya ni hablemos de los horarios de trabajo…
Otro aspecto que me ha resultado particularmente difícil de sobrellevar es la exigencia de horarios extremos. Muchas empresas esperan que los empleados estén disponibles a todas horas, sin respetar los límites legales de la jornada laboral. He tenido trabajos donde las jornadas de 10-12 horas eran la norma, y donde se esperaba que respondiera correos y mensajes fuera de mi horario laboral. El equilibrio entre vida personal y trabajo es casi inexistente en estas condiciones, lo que genera un desgaste físico y emocional considerable.
Recuerdo una vez en la que, después de una semana particularmente intensa, decidí no revisar mi correo electrónico durante el fin de semana. El lunes, fui recibida con una reprimenda de mi jefe, quien me acusó de falta de compromiso por no haber respondido a un correo que había enviado el sábado por la noche.
Esta cultura de disponibilidad constante es insostenible y está lejos de fomentar un ambiente de trabajo saludable.
¿Cómo afecta todo esto a la estabilidad emocional y psicológica?
Confieso que la sensación de incertidumbre y la presión constante para cumplir han afectado mi bienestar de maneras que no anticipaba.
Al principio, me sentía motivada y optimista. Creía firmemente que mi formación y habilidades me permitirían encontrar un buen trabajo. Sin embargo, con cada rechazo, esa confianza inicial comenzó a desmoronarse. La comparación con otros candidatos y la percepción de no ser lo suficientemente bueno crearon un ciclo de autocrítica que era difícil de romper.
La búsqueda de empleo puede ser desalentadora cuando las entrevistas no consigues el trabajo. En una ocasión llegué a la etapa final de un proceso de selección para una empresa que realmente me interesaba. Después de varias entrevistas y pruebas, recibí un correo electrónico informándome que habían decidido contratar a otro candidato. Fue un golpe duro, y me hizo cuestionar mis habilidades y si alguna vez encontraría el trabajo adecuado.
Además, la presión económica también juega un papel crucial en este proceso. La necesidad de generar ingresos para cubrir gastos básicos como el alquiler, la comida y las facturas añade una capa adicional de estrés. Este tipo de presión puede llevar a aceptar trabajos que no son adecuados, solo para asegurarse de tener un ingreso, lo cual puede resultar en una mayor insatisfacción y agotamiento a largo plazo.
Pero hay esperanza
A pesar de todas estas dificultades, he aprendido que la formación continua puede abrir puertas. Cuanta más formación tengas, más puedes elegir, y más posibilidades tienes de encontrar un trabajo que se ajuste a tus expectativas y necesidades.
Decidí invertir en mi educación, cursando un máster y varios cursos de especialización en mi campo. Esto no solo me ha permitido adquirir nuevas habilidades, sino que también ha mejorado mi currículum y mi perfil profesional.
Sin embargo, no puedo dejar de señalar que esta inversión en formación también tiene sus desventajas. Los cursos y másteres son muy caros, y no todos pueden permitirse el lujo de seguir estudiando. Además, el mercado laboral a veces no valora esta formación adicional, y puede ser frustrante ver cómo se prefieren candidatos con menos formación pero más experiencia práctica, una experiencia que, como ya mencioné, es difícil de adquirir debido a los altos requisitos iniciales.
¿Te has planteado pasar un año sabático en el extranjero?
Me informé en CLS – Idiomas, empresa con más de 35 años de experiencia organizando cursos de idiomas en el extranjero, sobre la opción de poder realizar un año sabático en el extranjero para poder mejorar mi inglés.
Y ha sido una de las decisiones más importantes que he tomado.
Aunque al principio me pareció una posible pérdida de tiempo, pronto me di cuenta de lo valiosa que fue esta experiencia. No solo mejoré significativamente mi dominio del inglés, sino que también adquirí una perspectiva internacional y una mayor comprensión de otras culturas, lo cual ha enriquecido enormemente mi perfil profesional.
Durante mi estancia en el extranjero, trabajé en empleos temporales y participé en actividades de voluntariado que me permitieron conocer a personas de todo el mundo y desarrollar habilidades interpersonales y de comunicación.
Esta experiencia no solo mejoró mi currículum, sino que también me ayudó a crecer como persona, a ser más adaptable y a valorar la importancia de la diversidad y la colaboración internacional.
Mi consejo final es que no os rindáis y luchéis por vuestros derechos
La búsqueda de empleo en España es, sin duda, un proceso complicado y muy desalentador.
Los requisitos exagerados, la falta de respeto por los derechos laborales y la exigencia de horarios extremos son obstáculos significativos que dificultan el acceso al mercado laboral. Sin embargo, es importante no desanimarse y seguir invirtiendo en nuestra formación y desarrollo personal. La educación continua y las experiencias internacionales pueden marcar la diferencia y abrir puertas a oportunidades que de otro modo no estarían disponibles.
Mi consejo para quienes se encuentran en esta situación es perseverar, seguir formándose y no tener miedo de buscar experiencias en el extranjero. Aunque el camino sea difícil, cada experiencia, cada rechazo y cada logro contribuyen a nuestro crecimiento y nos preparan mejor para enfrentar los desafíos del mercado laboral.
Es crucial también que, como sociedad, empecemos a exigir cambios en el mercado laboral. Las empresas deben valorar más el potencial y la capacidad de aprendizaje de los candidatos, en lugar de esperar encontrar al candidato perfecto desde el primer momento. Además, es fundamental que se respeten los derechos laborales y se fomente un equilibrio saludable entre el trabajo y la vida personal. Solo así podremos construir un mercado laboral más justo y accesible para todos.
En resumen, podríamos decir que acceder al mundo laboral en España hoy en día es una tarea que requiere no solo de una preparación exhaustiva, sino también de una gran dosis de paciencia y resiliencia. A pesar de los desafíos, es posible encontrar el camino correcto mediante la formación continua y la búsqueda de oportunidades tanto dentro como fuera del país. Y aunque el panorama actual puede parecer desalentador, no debemos perder la esperanza de que, con esfuerzo y determinación, podemos encontrar nuestro lugar en el mercado laboral y construir una carrera satisfactoria y exitosa.